Un cartel que esconde muchas cosas:
Una disculpa encierra el deseo de abrir, pero bañada en gris y con tantas obras interiores que solo puede cerrar.
Refleja una realidad, quisiera cambiar, pero no es el tiempo. Es solo algo temporal hasta que abra y luzca el sol en sus ventanas.
Momentos de abrir las puertas interiores sintiendo los reflejos, ruidos y oscuridades que nos acarician.
Los golpes recibidos en el caminar que nos hacen detenernos.
Las lluvias ácidas fuerzan el enclaustramiento.
Hay un amor que esconde la disculpa; una prueba para la paciencia del que siente lo que sientes por estar cerrado.
La opresión de unos vientos fríos que se prolongarán más allá del verano.
El rapto de los sustentos por pequeños anzuelos, una ley tardía amordaza a todos que sienten como se van las golondrinas.
Limitaciones, caídas de hojas cercanas, cuchillos traspasando la médula, adioses podridos en la primera letra, balanzas rotas, jaulas injustas.
El sentir de una sociedad, batas blancas yacen en la calle, sirenas falsas desprendiendo cortinas de humo, mejor cerrar.
Una impotencia triunfante asiente su bandera ante los esforzados.
Esconderse es una opción cuando cualquiera salida es un encierro.
Hay vida escondida detrás de la tapia, sienten lo que los pétreos trajes dejaron de hacer. Sienten en primera persona los efectos, inmóviles en sus desdichas.
Palabras encerradas ansían volver, sentidos dormidos nos precipitaron al pozo donde cerraron vidas sin sentir.
Candados forzados caen en cada cristal, parálisis despiertan las conciencias dormidas, cobardías voraces pesan sobre la puerta, puntos impuestos en los capítulos del libro, mezcla de singulares con el plural malestar.
¿Por cuánto?