Semana Santa

La Semana Santa siempre es novedosa, cada uno de nosotros no es el mismo que el año pasado ni será el mismo el año que viene, también el Espíritu sopla por donde quiere y en cualquier cosa que en otros años te haya pasado desapercibida, ahora esa palabra puede cambiarte. Además la Pasión tiene tantos detalles que es imposible de abarcarlos todos sus testigos, por ello cada evangelista pone el foco en una parte que los otros no mencionan.
En esta Semana somos protagonistas porque llegará nuestra Semana Santa, no sabemos cuándo pero a todos nos vendrá en el momento que menos esperemos ¿Estaremos preparados para ello?

Empieza la Semana Santa con el Domingo de Ramos, un día de agradecimiento, proclamación porque todo encuentro lleva a la gratitud y la exultación. Todos hemos visto obras que el Señor ha hecho en nosotros y como dice el salmo: «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres«. Y tú lector: ¿cuáles son tus motivos para agradecerle al Señor y alabarle? Cada vez que Él ha pasado, nos ha transformado y ese agradecimiento lleva implícito la confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo«.
También día para la meditación y el evangelio de la pasión según San Mateo nos da el matiz clave para poder vivir intensamente esta Semana: «Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo«. Todos nosotros acarreamos sufrimientos pero es importante estar despierto, con todos los sentidos y facultades porque nuestra vida está reflejada en esta Semana. No permitamos que nos adormezcan o intenten calmar sucedáneos que nos ofrece la sociedad: marcharse a la playa, estar en otros lugares donde no está Cristo. En esta Semana se celebran los misterios centrales de nuestra fe y la vida es seria como para jugar con ella. Vivamos coherentemente con la fe que profesamos y estemos con todo nuestro ser en estos días siendo testigos y a la vez protagonistas.

Salto en el tiempo hasta el Jueves Santo. ¡Es el día del Amor fraterno! Un milagro que hace posible el Espíritu Santo, siendo todos tan diferentes en la comunidad podemos ver a Cristo en el otro, perdonarnos, volver a la comunión entre los hermanos. Lo dice la escritura: «Mirad que estupendo, gustad que alegría el amor entre los hermanos«. Es un signo que ilumina a los demás. Muy importante en este día dejarse hacer por Dios porque para Él no hay nada imposible, es capaz de cambiar nuestro corazón y el perdón, la unidad se hacen realidad en nosotros. También el ponerse al servicio de los demás con el gesto del lavatorio de pies haciendo que se cumpla la escritura: «Considerando a los otros como superiores a ti, no buscando tu propio interés…» Viviendo esta realidad, experimentamos la Comunión de los Santos que profesamos en el Credo. Siendo tan diversos, que nadie escogería a los que tiene a su lado pero el Espíritu hace posible la comunión entre personas tan diferentes y viendo esta señal, los que están alejados creen. Lo dice en los Hechos de los Apóstoles: ¡Mirad como se aman! Viendo estos frutos creen. Este día es la antesala del Triduo Pascual y para entrar necesitamos estar reconciliados con los hermanos, libres de juicios siendo todo esto gracia que se nos da. Soy protagonista de esta maravilla y a la vez testigo.
Respecto a la institución de la Eucaristía, Rocio en su entrada https://12y3volveraempezar.wordpress.com/2017/04/09/hablando-de-fe-iv/ trata este punto.

Llegamos al Viernes Santo con sus dos vertientes: Mirando a Jesús y mirando nuestra cruz. Como dice la canción: «Todo un Dios enamorado de ti« que ha dado su vida por ti, por mí para rescatarnos y siguiendo las palabras del Pregón Pascual «él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado con su sangre inmaculada, la condena del antiguo pecado». ¿Y nosotros? Nosotros también somos protagonistas de la Pasión del Señor, como dice San Pablo: “Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1, 24). Para que la Pasión de Cristo me salve, es preciso que yo me asocie a Ella. Debo tomar la mano llagada que Jesús me tiende desde lo alto de la Cruz, y prolongar en mi vida, en mis miembros, en mi corazón y en mi carne la Pasión de mi Redentor. Debo hacerme uno con Él, y completar en mí la Ofrenda, el Sacrificio de Salvación ofrecido por todos los hombres.
Ya hemos visto la Pasión, mirado a Jesús y en este día nos encontramos frente a frente con nuestra cruz. Aquí está lo que no nos gusta, aquello que borraríamos de nuestra vida pero a la vez lo que nos une a Cristo porque en esta Cruz vemos nuestra historia y a Jesús esperándonos con los brazos abiertos. Cada uno tiene sus cruces, pero todas ellas son gloriosas y forman parte de nuestra historia; puede que a lo largo de nuestra vida cambien o algunas sean más grandes que otras pero son necesarias para nuestra conversión, al igual que la imagen del cuento que al final quienes no quisieron cargar con el madero, renunciaron al tesoro que es la Vida Eterna. También quien cortó su cruz y no le sirvió para pasar el precipicio.

Nos encontramos en el Sábado Santo, un día de tensión, espera donde se libra una gran batalla en el Sheol. Los fragmentos de la lectura del oficio iluminan lo que sucede: «¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme.
Va a busca a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitas a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte»
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También la pasión según San Mateo muestra como las puertas del abismo han sido rotas y «las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron». Es la resurrección de la carne.
Cuantas veces nosotros hemos estado en los infiernos, en lo mas profundo sin esperanza, en un sufrimiento terrible y allí Jesucristo ha bajado y al igual que a Adán ya Eva, nos ha asido de la mano y sacado de allí. El mismo salmista lo proclama: «Extendió su manos para asirme, me sacó de lo profundo de las aguas». Yo mismo lo he vivido este descenso a los infiernos y el encuentro con Él cuando todo era inútil, al igual que todas las personas que han proclamado su fe en las redicio, han dado testimonio de sus infiernos y como el Señor les ha resucitado.
Esta Vigilia Pascual es la mayor y la más noble entre todas las solemnidades. En ella Jesús nos lleva consigo de la muerte a la vida, puede pasar en cualquier momento y de cualquier forma. Algunos fragmentos del Pregón Pascual esxpresan esta dicha de la Resurrección: «¡Oh noche maravillosa, tú sola conociste la hora en que Cristo resucitó!¡Oh noche que destruyes el pecado y lavas todas nuestras culpas! ¡Oh noche realmente gloriosa que reconcilias al hombre con su Dios!»

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