En medio de la oscuridad, hay una presencia que se quiere marchar, pero los lazos del velo oscuro la atan sin dejarle escapar. El tiempo parece una eternidad mientras permanece en ese lugar. Una noche el Sol abre un agujero en esa cueva, dejando un trozo de su luz dentro que escucha el muchacho encadenado y alguien entra en la estancia transformado, se acerca y las palabras de vida obran el milagro: él se levanta y camina hacia la claridad; a pesar de haber estado mucho tiempo encadenado, sus pies son ligeros al andar. Pone rumbo hacia su Señor y unas manos le liberan de las cadenas. Los pasos silenciosos cada vez son más seguros y animosos, mientras otras presencias se le unen desde diferentes lugares, hasta llegar a dónde está esa Voz que le hizo salir. Entonces derrama su lamento, abre todo su ser y vierte su esencia en las manos de Él. Alguien le abre los ojos a la vida, le hace verse libre, le transfigura devolviéndole a la vida. En ese momento, el tiempo se detiene, los ojos hablan por sí solos y las palabras fluyen por las manos. Alrededor parece estar todo parado, es solo esa comunicación y ese Amor que todo lo cura convierte la fealdad en hermosura y restaura la dignidad. No puedo escribir porque las palabras se quedan vacías para expresar todo lo que sucede en ese lugar.
Resurrección
