Medidas desesperadas

El reto de Lidia

Leire se encerró en su cuarto y lloró desconsolada. Miraba a las turmalinas negras, pero estas se deshacían. Otro día de palizas.

Despertó temprano y al escuchar unos ronquidos inconfundibles, salió en sigilo a la cocina. Echó unas gotas de ricina en el café de su padre.

—Paciencia, paciencia y en unos días estarás a salvo mamá.

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