Volver al asfalto, a las palmas espontaneas, a la esencia del running es maravilloso.
Esta carrera popular nocturna cambia de circuito y saliendo todos de un estrecho lugar bajamos en tropel enfrentándonos a una curva muy pronunciada y la los coches de azul iluminan el camino, detrás de algunas vallas las luces azules nos indican por dónde seguir. El suelo se cansó de tantas pinturas y esta vez se quedó mudo con su gris característico impoluto. El negro no impide que el calor tome el pueblo y se nota en el ritmo de carrera empezando muy juntos y poco a poco haciéndose la fila más larga con ciertos cortes. La oscuridad estimula la mente para ver los cambios de rasante, los recovecos escondidos y descubrir cada trozo de este nuevo trayecto donde combinan aplausos con silencios, zonas claras y otras solo con lo justo para verse sin caer.
Ponerse el dorsal es mágico y las piernas cobran fuerzas como si volviesen a recordar sus vuelos mientras el Garmin canta los kilómetros. Se suceden los ataques, después de una tromba, el grupo se estira y tiene muy cerca al siguiente grupo sabiendo por dónde seguir la carrera. Bajando empiezo a alcanzar a gente rezagada de otros grupos y llego a la mitad del recorrido junto con otro improvisado compañero. Las referencias de delante parecen alejarse, pero esta vez es diferente porque todo es posible y a falta de un kilómetro alcanzo al grupo y a un corredor que lo tenía de referencia. Empiezan los ataques desde los flancos, que si te paso, luego me pasas y así continuamente hasta dejarlos atrás llegando a la meta.
Sentir esas buenas sensaciones que parecían dormidas después de mucho tiempo, volver a responder como antes a pesar del calor, la falta de animación y la oscuridad de una carrera nocturna son algo maravilloso.
Hay un encanto especial en estas carreras que por mucho que lleves corriendo, siempre te sorprenden.
Dejo en este enlace todas las fotos de la carrera: https://www.facebook.com/david.colomagarcia/media_set?set=a.10219761714659312&type=3
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