En la barca, el timón está suelto y los almirantes de cada bando ordenan diferentes cosas; unos que se icen las velas, otros a motor y los hay que enloquecieron. Seducidos por el canto de las sirenas, asesinaron la cordura en pos de falsos espejismos. Todos ellos enterraron en la tumba más recóndita del abandonado cementerio su autocrítica. Unos son devorados por su ego, otros sumergidos en el atolladero numérico y los hay que perdieron la valentía. Incluso quien posee la corona, es incapaz de seguir el ejemplo de su padre; prefiere ser un extra que tomar las riendas de la situación.
Oh, pobres e insensatos que se dejaron embaucar por el sillón, desoyeron los consejos de sus empleados y de los que les han elegido. Vendieron su dignidad al mejor postor y el metal junto con el ansia de dominio les hizo enloquecer. Embaucadores, estafadores que se han enredado en sus propios discursos vacíos, pomposos e incongruentes. Encerrados en su cerrazón buscan estrellarnos contra el acantilado, despertar los rojos fantasmas…
¡Mi querida barca! Hecha de una mezcla de maderas pulimentadas con valores, construida entre todos. Fuiste la reina de los mares, llegando a dominar un gran imperio; ningún puerto se te resistía. Saliste airosa de la gran fractura interna y ahora…
Ahora, es el momento de dar un paso al frente, de ser adultos y demostrar a todos los que nos están mirando que estamos a la altura de los desafíos que nos envuelven como brumas y bancos de niebla. El mar está agitado y embravecido, es la hora de los valientes. Es el tiempo de coger el timón sin miedo, dándolo todo por los tripulantes, dejándose la vida si fuera necesario y si el temor te vence, deja a otro de los tuyos que coja el timón y vuélvete a casa o a otro empleo.
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