Herida y alba

Nota introductoria
Este poema nace del deseo de ser visto sin ruido, de la espera silenciosa de una mirada que no juzgue. Habla de la invisibilidad, del rechazo involuntario y de la esperanza de un vínculo que llegue sin condiciones.

















I

Hay besos que dejan huellas,
campos de sol entre hielos.

Hay golondrinas valientes ante el frío
que besan cada latido escondido.

Ellas ven más allá de las máscaras
y descubren en esta esquina
una sombra huidiza que desea
ser querida.









II

Por amor al silencio,
se lanzan miserables palabras.

Por reír se fusilan las manos trémulas,
las manos que intentan acercar orillas
en un grito que sofoca la bruma cínica.









III

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera mover una cola,
y la mía espera algo, quizás nada,
en estos barrotes de acacias
donde las migajas duermen,
donde la sed fue degollada.









IV

Se cansó el tiempo en esta noche,
las bicicletas vuelan,
los pasos siguen cantando,
pero debajo del zapato
todo es espanto.

Quizá exista la salida,
quizá una palabra
o una fraternal mano
desgarre esta cama.









V

Quise una lengua más clara,
menos sombras en las sílabas
y tu mirada encendió esta llama
que palpita, baila como la luna.

Esta alba embriagadora,
una sinuosa fiebre,
un dolor placentero
que unge mis alas con fuego.













Nota final
Este poema recibió una mención honorífica en el VI Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil (2025)

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